lunes, 16 de junio de 2008

La huella de carbono y sus consecuencias en Chile

El cambio climático producto de los gases de efecto invernadero es hoy en día un tema de moda en los países desarrollados. Y aunque los gases de efecto invernadero son varios, se utiliza como referencia el más común, el dióxido de carbono, o CO2, y se mide en kilogramos. El mundo entero está en alerta por los desastres que estos gases producirían en algunos años más. Así, la próxima reunión del G-8, el grupo de los ocho países más industrializados e influyentes en el mundo, a efectuarse en julio, en Japón, pretende lograr el compromiso de disminuir a la mitad las emisiones de CO2 en estos países para el año 2050. En efecto, hay algunas de estas naciones que año tras año disminuyen sus emanaciones.

Los estudios muestran que nuestro país podría ser de los más afectados por sequías, inundaciones y otras catástrofes naturales. Según el informe de Desarrollo Humano del PNUD 2007-2008, Chile tiene el mayor crecimiento en emisiones de CO2, duplicando la media latinoamericana y cuadruplicando la mundial. Por esto, la adopción de tecnologías limpias y, digámoslo claramente, un poco de sentido común en nuestro modo de vida, ayudarían bastante.


En Europa, en los últimos años, se ha vuelto extremadamente popular el concepto de "huella de carbono", incentivado por gobiernos y diferentes organismos sociales a través de campañas publicitarias para que cada persona conozca su responsabilidad en la emisión de contaminantes, obviamente con la idea de que cada cual tome las medidas a su alcance para disminuirla.

La huella de carbono, o carbon footprint, corresponde a la medición de toda la emanación de gases de efecto invernadero de la que cada persona es responsable. Es decir, es una sumatoria de todos los gases que, directa o indirectamente, son emanados hacia la atmósfera para mantener nuestro sistema de vida, y va desde el uso del automóvil hasta cómo nos alimentamos u ocupamos el tiempo libre. En internet existen muchas calculadoras de la huella de carbono, inclusive una adaptada para los chilenos, donde al llenar un pequeño formulario con indicadores de nuestro consumo eléctrico y kilómetros recorridos en automóvil o transporte público, entre otros, se obtiene un resultado en toneladas de CO2 emanadas.

El concepto en sí es muy fuerte e indica cuánto es lo que personalmente contribuimos al calentamiento global. Como caso anecdótico, y por increíble que esto parezca, muchos promotores de la vida ecológica han sido descubiertos con este método. Imaginen la huella de carbono que va dejando Al Gore si utiliza su jet privado todas las semanas, o nuestra amiga hippie que compra soja hidropónica transportada en un gran avión desde el otro lado del mundo. Quizás es tiempo de dejarse de cinismos y pensar en vivir cerca del trabajo, caminar más y dejar el automóvil en la casa un rato. Sobre todo a los habitantes de Santiago que, más que pensar en el CO2 que arrojan a la atmósfera, deberían hacerlo directamente en que deben vivir junto a sus hijos, durante varios meses del año, sumidos en esos mismos gases.

Diario La Nación de Chile
ESCRITO POR Roberto Valer

MSc. en Energía, por la Universidad de São Paulo (Brasil), formado en Física por la Universidad Nacional de Ingeniería (Perú). Trabajó en el área de Energía solar en el Centro de Energías Renovables de la Universidad Nacional de Ingeniería y del Grupo de apoyo rural de la PUCP. Actualmente, es miembro del equipo del Laboratorio de Sistemas Fotovoltaicos de la Universidad de São Paulo.

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