
Uno de los problemas serios para el turismo que tiene Urabá es la suciedad de las playas. No por acción de los residentes, sino porque los ríos, en especial el caudaloso Atrato, sacan todo tipo de residuos vegetales, que las corrientes del golfo distribuyen en las playas.
En Necoclí los hoteleros tienen que mantener brigadas de limpieza. Tras una sola noche cada pedazo de playa parece una zona de desastre. Sobresalen centenares de troncos de árboles que el mar entrega.
Investigadores de la Universidad Nacional de Medellín, a la cabeza entre otros de Farid Chejne y José Amado Aguilar, con el auspicio del Instituto de Planificación y Promoción de Soluciones Energéticas para Zonas no Interconectadas, estudiaron la biomasa con propósitos energéticos.
Se estableció que esa madera podía ser usada como fuente para producir gas que moviera unas turbinas y generara electricidad para entregarla a las 45 casas de Nueva Pampa y La Madera, barrio de El Totumo.
Con tecnología de la India, la planta comenzó a operar el fin de semana, tras un mes de ensayos. La comunidad traslada los troncos hasta el lugar de almacenamiento, donde se secan y quedan con una humedad no superior al 20 por ciento. Luego son cortados al tamaño indicado: 50 por 75 milímetros.
En la planta de gasificación se produce una combustión incompleta. El proceso es limpio, no contamina y queda un residuo que se buscará vender en forma de briquetas de carbón. Cada hora se consumen unos 70 a 80 kilos de madera. Por ahora no funcionará todo el día. Para mantenimiento y para cuando se requiera, se cuenta con una planta eléctrica auxiliar convencional.
La comunidad recorre las playas y recoge los troncos. La intención es que la cooperativa comercialice los subproductos y, además, maneje una carpintería que funcionará con la energía que genera el gasificador. El área de recolección se extenderá a medida que crezca la necesidad.
Los primeros ensayos se hicieron con casas en La Madera. La tarifa , dijeron Suárez y Coa, será menor a la comercial.
Por Nueva Pampa pasan las líneas que transportan la energía, pero a esa pequeña comunidad del golfo de Urabá, perdida en el verde de la región, no había llegado la luz.
La comunidad, corroboró Coa, comienza a sonreír. Y, quizás el futuro mejor vendrá de la mano de su incansable vecino: el mar. Y las playas, bien limpias.
Fuente: elcolombiano.com
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