En Asia, China y la India han sido hasta ahora los países donde se ha vertido el 70% de estos desechos tecnológicos, pero en los últimos años Occidente ha encontrado un nuevo vertedero: África, y más concretamente Ghana y Nigeria. Así lo ha confirmado el informe que acaba de hacer público, en todo el mundo, la organización Greenpeace, titulado Envenenando la pobreza.
Miembros de la organización han encontrado en Ghana contenedores llenos de estos residuos procedentes de Estados Unidos, Japón y la Unión Europea, en este último caso pese a que existe una directiva dedicada exclusivamente al control de esta basura.
Los contenedores llegan a los puertos de Accra (la capital) y Koforidua, procedentes de Alemania, Países Bajos, Suiza o Corea, entre otros países. Parte del material llega desde España, porque se han encontrado teclados con la hispana 'ñ', según explica Sara del Río, responsable de la campaña de Contaminación en Greenpeace España.
Son de las marcas más conocidas del mercado (Philips, Nokia, Microsoft, Sony, Canon, Siemens, etcétera) y se calcula que el 75% de los aparatos llegan destrozados, pese a que se camuflan bajo la etiqueta de bienes de segunda mano. Es más, hay quien los envía como donaciones solidarias hacia los países con menos recursos para acabar con la llamada brecha digital.
Pero lo cierto según el informe de Greenpeace, es que acaban en unas plantas de reciclaje donde el material se quema a cielo abierto y que en muchos casos los encargados del reciclaje son niños, algunos de tan sólo cinco años, expuestos a unos niveles de contaminación por tóxicos que en Europa se consideran intolerables para el organismo.
"Muchas de las sustancias que hemos detectado pueden afectar al desarrollo del sistema reproductor de los críos y otras pueden alterar su desarrollo cerebral y el sistema nervioso", asegura Kevin Brigden, de la Unidad Científica de la organización ecologista.
Investigadores de la Universidad de Exeter (Reino Unido) fueron quienes tomaron muestras de los suelos y concluyeron que la contaminación química en estos vertederos electrónicos, donde el material se retira a mano y se quema para separar los plásticos de los metales, es muy peligrosa: encontraron hasta 100 veces más de plomo del tolerable, un metal dañino para el sistema nervioso; ftalatos, utilizados para ablandar el PVC, que afectan a los testículos en formación, y también altos niveles de dioxinas cloradas, que pueden llegar a provocar cáncer.
Había, además, cadmio, mercurio, antimonio y cromo. "Es la misma situación que ya habíamos detectado en China y en la India, que siguen concentrando la mayor parte de nuestros residuos electrónicos. Pero ahora se han sumado países como Nigeria o Ghana. Incluso hay materiales que se recuperan en África y luego se envían a Asia", señala Del Río.
La contaminación, según confirmaron los expertos, no sólo afecta al lugar del reciclaje, sino a toda la zona, incluyendo las viviendas de los recicladores. De hecho, los niños chinos que viven cerca de una de estas plantas tienen niveles de plomo en sangre muy superiores a otros menores.
Las partes más buscadas de esta chatarra son el aluminio y el cobre (inserto en los cables), que suelen venderse a los distribuidores locales por precios irrisorios. Los tubos de rayos catódicos de los monitores, sin embargo, acaban pulverizados en el medio ambiente.
Empresas recicladoras
Pero, ¿cómo llegan estos residuos hasta estos vertederos descontrolados en países en desarrollo? No hay más que buscar en internet para que aparezcan decenas de empresas que se ofrecen como recicladoras informáticas. "Son empresas que ganan dinero con este negocio. En Europa se exige un tratamiento de estos residuos, y por ello existen puntos blancos a los que llevar la electrónica inservible. Pero no siempre se utilizan y buena parte acaban siendo exportados. En Estados Unidos, se estima que entre el 50% y el 80% de lo recogido para reciclar acaba en países asiáticos o africanos", asegura Del Río. En Europa, añade, los datos no deben ser muy diferentes.
Para la organización, los primeros responsables de este desastre son las empresas fabricantes, que deberían retirar las sustancias nocivas de sus productos y, además, hacerse cargo de su reciclaje para que nunca acaben en el medio ambiente. De hecho, Greenpeace ha elaborado un ranking verde de electrónica, en el que puntúan a las compañías del sector en función de su compromiso ambiental. El último es de junio de este año.
Pero también culpan a las administraciones públicas, que deberían controlar mejor la gestión estos residuos peligrosos, sobre todo porque se trata de una montaña que no deja de crecer, y cada vez lo hace a más velocidad: la vida media de un ordenador es hoy de dos años (en 1995 era de seis) y un teléfono móvil a menudo no alcanza los 12 meses.
Fuente: Diario El Mundo
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